Desbarrando sobre internet (I)

Hace ya años, en los bajos de la Facultad de Economía (USC), habitaba una especie de monstruo que digería tarjetas perforadas. Aquel armatoste, del que no he encontrado rastro entre las múltiples referencias al CESGA, o sea, al Centro de Supercomputación de Galicia, ayudó en los trabajos doctorales, en un contexto en el que la sociedad todavía hablaba de “cerebros electrónicos”, la intemerata del poder instrumental.

En un espacio de tiempo dilatado para el individuo, pero un casi nada para la colectividad, hemos pasado de grandes máquinas informáticas a diminutos artefactos de bolsillo, paradigmas del acceso instantáneo a la información, presidido por la libertad.

Enseguida se relacionó el uso progresivo y generalizado de la informática con una concepción diferente de las relaciones sociales, menos mediatizadas por la norma y más abiertas a la voluntad de auto-organización, a un nuevo sentido de lo colectivo, el “espíritu de Internet”.

Los últimos acontecimientos del norte de África parecen decirnos que se ha roto la barrera de las élites y que la comunicación por la red llega a todos. Sería precipitado extraer esta conclusión, al menos por ahora, pero no resultaría extemporáneo intuir una especia de “democracia electrónica”. Podríamos decir que Internet está revolucionando el entramado o la arquitectura oligárquica, que filtraba lo que había de ser conocido en el espacio público convencional. Aun con limitaciones, que parecen pocas o débiles cuando se trata de conciliar anonimato y respeto, Internet ha ensanchado la plaza pública, con el riesgo cierto de un ruido a menudo desenfrenado.

¿Será este movimiento de liberación de la subjetividad un avance sustancial de la civilización? ¿Significará un desplazamiento del centro de gravedad de la democracia, desde el espacio mediático-institucional a una más auténtica soberanía popular?

Luis Caramés

(Cont.)